La Invasión Libertadora, Combate de Colmena, el 20 de diciembre
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20 de diciembre
Invasión Libertadora
de José Miró Argenter

• 1895 -

José Miró Argenter en “Cuba Crónicas de la Guerra (La Campaña de Invasión) - Tomo I: Segunda Edición” de la Editorial Lex, 1942, páginas 197-202 describe los acontecimientos del 20 de diciembre de 1895 en la Historia de Cuba:


“A orillas de Hanábana”
“El vado del Rubicón. -Combate de Colmena.”
“-El desquite. -La tierra colorada.”

   “Los dos escuadrones de Matanzas que por orden del Cuartel General salieron a provocar al enemigo, alojado en las fábricas de Lequeitio y de Lagunitas, no habían regresado de su excursión al emprender marcha nuestra columna a las siete de la mañana del día 20; hora en que se oía fuego de fusilería por aquel rumbo. Evidentemente, los españoles estaban prevenidos, y no era falso el rumor, propalado con insistencia por el paisanaje, de que iban a maniobrar sin dilación contra el grueso insurrecto para que no penetrara impunemente en el distrito de Matanzas. Aunque las fuentes de donde partían dichos informes, no eran bastante autorizadas para infundir la convicción de que los españoles se resolvieran desde aquellos momentos a tomar una ofensiva enérgica, la conjetura, por lo menos, quedaba en pie, corroborada por las primeras escaramuzas.


   “Parecía natural que no estando lejos el río peligroso, se abreviara el paso para atravesarlo y ganar terreno sobre la orilla opuesta, de no hallarse ocupada por fuerzas españolas pero la irresistible tentación que deparó en nuestro caudillo el aspecto de una llanura, a propósito para una galopada al machete, hizo retrasar la marcha y le brindó al enemigo la doble oportunidad de orientarse mejor y de resolver con éxito la operación iniciada. No dejándose ver por aquellos contornos, y habiendo cesado el tiroteo de nuestros escuadrones en sus escaramuzas con la tropa que salió de Lagunitas, volvimos a continuar la marcha al paso regular de la caballería y cruzamos el río Hanábana, sin contratiempo alguno. El cruce se efectuó por el sitio llamado Habanilla de muy fácil logro en la temporada de la seca, pero que en el período de las aguas se pone infernal, como todo el territorio que recorre el Hanábana, allí riachuelo le poco cauce y mísera corriente. Sus aguas son turbias y el terreno que fertilizan ofrece escaso fruto; la vegetación es pobre y de aspecto sombrío, que no bastan a desvanecer los adornos tropicales de las palmas regias. En estos lugares, la noche es doblemente triste y misteriosa, cualquier ruido amedrenta al viajero que ande solo, y si los abanicos del yarey se agitan, heridos por el viento, entonces parece que suenan descargas o que galopan patrullas en todas direcciones para echarse encima del caminante.


   “A nuestra derecha se extendían las grandes plantaciones de azúcar luciendo sus plumeros de gala, mientras las máquinas de los ingenios movían el trapiche estrujador; pero debajo de las cepas estaban los colchones de combustible.


   “A las tres horas de camino hicimos alto en una finca llamada la Colmena, con objeto de aguardar al coronel Pérez, de quien no se tenían noticias concretas desde que empezó el combate en las inmediaciones de Lagunitas. Eran las dos de la tarde y acababa de incorporarse la caballería de Matanzas con su jefe herido, aunque no de gravedad, trayendo la noticia de que los españoles no estaban lejos, sin poder precisar si era la misma tropa con la que había sostenido refriega en las primeras horas de la mañana. Al disponer el general Maceo que la infantería fuese al encuentro de los españoles, un vivo tiroteo en las avanzadas del rastro anunció su presencia; la columna venía, pues, por el sendero trillado, barriendo a descargas cerradas los obstáculos que le hacían estorbo. Para detener su impulso bastaba el paso del río la Colmena, que presentaba un repecho escarpado y resbaladizo por el lado donde se hallaban nuestras fuerzas, y abajo sobre el lugar de la cruzada existía un trampal de muy feo cariz para que se arriesgara a reconocerlo con las culatas de los fusiles. Toda nuestra división había pasado por allí pocas horas antes, y la vía estaba ya intransitable. Pero este inconveniente para la tropa española, éralo asimismo para la nuestra puesto que imposibilitaba un rebato de caballería en cualquier momento de la acción. Atendiendo a esta circunstancia, se situaron 150 tiradores sobre los barrancos del río, y toda la masa de caballería se corrió hacia la izquierda del camino, sobre una explanada desprovista de arboleda, no lejos del río, pero de poco espacio por el frente. No existía, sin embargo, otra posición más ventajosa en aquel lugar: los demás trechos de planicie, o eran menos amplios, o más cerrados por la manigua. El general Gómez, recorriendo la línea de formación, dijo imperativamente que sólo se haría uso del arma blanca.


   “Entretanto, el combate se había empeñado con calor entre nuestros tiradores y la vanguardia enemiga. El paso del riachuelo infundía respeto a los españoles, toda vez que no se arriesgaban a cruzarlo ni bajo el amparo de la metralla, con la que intentaron desbaratar la línea de nuestra infantería. Largo rato se sostuvieron unos y otros en las mismas posiciones, hasta que el enemigo avisó, con fuego enfilado, que empezaba a flanquear por la derecha. Sin duda, guiado por buenos prácticos halló un sitio accesible, y por él treparon dos o tres secciones del centro de la columna, disponiéndose probablemente a efectuarlo la vanguardia que seguía haciendo disparos de cañón y fusilería, aunque con menor intensidad. La impaciencia de los nuestros determinó la carga de caballería al divisarse los primeros grupos de soldados, y como 900 jinetes, divididos en dos brazos, se lanzaron impetuosamente sobre ellos para envolverlo y acuchillarlos; pero amedrentados, y con razón de sobra para no esperar a pie firme la chapea al por mayor, se refugiaron en unos espesos matorrales que les dieron seguro abrigo; fueron alcanzados algunos al tratar de ganar el barranco del río.


   “Volvió nuestra caballería a ocupar la planicie, y permaneció clavada allí por espacio de una hora, en espera de otra evolución de los españoles, para cogerlos entonces por el flanco izquierdo; pero la columna hacía fuego en retirada, al que nuestros tiradores no podían ya contestar sin hacer derroche inútil de cartuchos. Afortunadamente para el jefe de la columna y sus soldados, el ataque impetuoso que habían emprendido contra nuestras avanzadas y poco antes contra los dos escuadrones del coronel Pérez, hubo de contenerse ante el obstáculo material del arroyo; de no haber mediado esta circunstancia, es de suponer que se hubieran lanzado con la misma furia hasta la explanada que servía de campo táctico a nuestra caballería, y es ocioso decir lo que allí hubiera acontecido.


   “Nuestras bajas se redujeron a doce, entre muertos y heridos. La pelea que sostuvo por la mañana el coronel Pérez le costó cinco hombres (1).


   “Por la lentitud y el orden con que la tropa española ejecutaba la retirada, después de la momentánea confusión que introdujo en sus filas el acometimiento de nuestra caballería, era de presumir que volvería sobre sus pasos, ya para atacar nuestra retaguardia, u hostigarla al menos hasta que cerrara la noche, ya para maniobrar sobre nuestro flanco derecho, si la operación iniciada con notable ardimiento obedecía a un plan general, prescrito y desarrollado por la jefatura del ejército español, con la concurrencia de otros factores tácticos cuyos movimientos no podían precisarse en aquel terreno, confuso para nosotros, y en el que una exploración eficaz sólo se practicaba a tiro limpio, sobre los retenes del adversario. Una y otra suposición eran lógicas, y a cualquiera de las dos le daba mayor fuerza la pequeñez relativa de la columna que iba en retirada puesto que el número de sus componentes no llegaba con mucho al de nuestra División: su guarismo total no excedía de quinientos hombres. Su infantería acababa de pelear con singular denuedo; la misma tenacidad que había demostrado su jefe en los diferentes ataques, contribuía a robustecer la hipótesis de la renovación inmediata de hostilidades con la concurrencia de otros elementos, y bajo estas conjeturas se demoró la marcha, replegando los tiradores que defendían el paso del arroyo y ocultando todo lo posible las masas de caballería, sin cambiar el orden de formación; agachados los jinetes sobre las monturas, con los sombreros quitados, ojo avizor y con el acero desnudo. Eran dos alas formidables: el caballo blanco de Maceo servía de punto de mira a una de ellas, y el machete de Gómez era el jalón inflexible que alineaba la otra.


   “Pero el día tocaba a su fin, moría la tarde melancólicamente entre celajes de color gris, anunciando una noche muy cruda; los españoles despedían el duelo con las descargas de ordenanza, marchando de prisa a sus alojamientos; y por nuestra parte era ya hora de romper filas para buscar algún sitio abrigado en el que pudiéramos espantar la aspereza al arrimo del fogón. ¡Buena noche nos esperaba!


   “En retirada definitiva los españoles y con rumbo completamente distinto del que nosotros presumíamos, quedaba destruida la verosimilitud de cualquier otro ataque en aquel lugar, así como la sospecha de una operación combinada en la que entrara por facto dicha columna (2). El sitio de la Colmena, o cualquier otro inmediato brindaba, pues, seguridad para vivaquear esa noche, aunque fuera sin vituallas; pero el general Maceo, siempre firme en sus propósitos, tenaz e incansable, acariciaba la idea de sorprender a Martínez Campos en el centro de Colón, y hacia allí enderezó los pasos, con toda la gente, en una marcha de siete horas continuadas, por caminos inexplorados, donde el menor extravío podía ocasionar un grave trastorno; y acampamos, al fin, a media noche, en el lugar llamado el Desquite, ya en la tierra colorada de Matanzas.


   “El Desquite -hay nombres que parecen encerrar las cifras misteriosas de un horóscopo- era una heredad de cultivo, perteneciente al término de Palmillas. Los dueños o arrendatarios que allí residían nos dieron informes bastante concretos sobre la situación del ejército enemigo, no sin mostrarse sumamente alarmados al convencerse de que ya tenían la invasión encima, y que no eran fantasmas, sino auténticos orientales los que acampaban a deshora por la heredad, metiéndole el machete al cañaveral para endulzar a sorbos la vida amarga del soldado. Nos dijeron que el Cuartel General de los españoles estaba situado en la villa de Colón, en donde se hallaban con Martínez Campos algunos miles de soldados y dos o tres generales más. García Navarro, entre ellos. Oyendo el interesante relato de aquella familia, amenizado a intervalos con la lectura de los periódicos de la capital, llenos de noticias espeluznantes para nosotros, transcurrió casi toda la noche, muy entretenida, no sin que dejáramos de considerar lo inminente de la situación, la gravedad del problema estratégico, los serios peligros que encerraba dentro de un plazo brevísimo, de los cuales no podíamos salir vencedores a menos que nuestro capitán no fuera el hijo predilecto de la fortuna.


   “No bastaba contar con el empuje de nuestras armas ni con los errores y descuidos del adversario; no era suficiente tampoco la pericia de nuestros caudillos para romper el formidable valladar que se alzaba ante nosotras: había que contar con la suerte, con el hado feliz, con el sino venturoso. De aquella tierra colorada ¿brotaría otro Peralejo?


   “(1) El parte oficial que dieron los españoles, decía así:


   “"Colón 22. -Ayer, fuerzas de Asturias, con un contingente de artilleros, formando entre todos un contingente de 400 hombres, tuvieron un combate con Máximo Gómez, que mandaba 4,000 insurrectos, junto al río "Colmena", que está en la provincia de Matanzas, tocando en los límites de Santa Clara (un par de kilómetros).


   “"La acción duró dos horas.


   “"Los rebeldes ocupaban una posición muy ventajosa, que dominaba los alrededores.


   “"Atacaron desde ella ocho veces con machete, siendo rechazados otras tantas y no pudiendo romper nuestras filas.


   “"Nuestras tropas contestaban al verles venir ¡Viva España! y resistían con un denuedo heroico.


   “"Los artilleros hicieron uso de los cañones con tiros tan certeros que barrían las posiciones del enemigo.


   “"Se pronunciaron en huida.


   “"Los leales avanzan entonces y ocupan las posiciones encontrando en el campo 100 muertos del enemigo, muchas monturas, caballos y haciendo prisioneros.


   “"Los heridos han dicho que venían 9,000 hombres para invadir a Matanzas o ir a la jurisdicción de Cárdenas".


   “Ese parte es uno de los más estrafalarios que se han publicado, así por su redacción embrollada e incomprensible, como por las falsedades que contiene. No pensamos refutarlo; sólo haremos notar el dato de que la acción se efectuó el día 20, y el documento oficial de los españoles participa que fue el 21. Con esto, está dicho todo.


   “Las "Crónicas de la guerra" que publicó un periódico de la Habana, al hablar de la acción del río Colmena, nos asigna únicamente 30 muertos, en lugar del centenar que nos aplicó el parte oficial. Agrega que la columna de Asturias enterró sus muertos y siguió con los heridos a Santo Domingo de la Calzada. El batallón se ganó la corbata de San Fernando.


   “(2) A vuela pluma escribirnos estas notas al terminar el combate de la Colmena: "Los españoles acaban de retirarse (5 de la tarde próximamente). Han peleado con mucho denuedo, a pesar de la inferioridad de sus fuerzas en comparación con las de nuestra columna, y no obstante el conocimiento que tenía el jefe de ellos de que era el ejército invasor el que se hallaba acampado en este sitio. Según los prácticos, la columna española se dirige hacia Amarillas, rumbo opuesto al que nosotros vamos a llevar. Por lo visto, la nueva combinación de columnas ha fracasado esta vez, y se repite el hecho de que solamente toman la ofensiva los núcleos pequeños, las unidades de batallón o de regimiento, mientras que las brigadas completas y las divisiones hacen derroche de metralla: simulacros a lo Suárez Valdés".”



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Última Revisión: 1 de octubre del 2009
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