La Invasión Libertadora el 7 de enero
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7 de enero
Invasión Libertadora
por José Miró Argenter

• 1896 -

José Miró Argenter en “Cuba Crónicas de la Guerra (La Campaña de Invasión) - Tomo I: Segunda Edición” de la Editorial Lex, 1942, páginas 297-303 describe los acontecimientos del 7 de enero de 1896 en la Historia de Cuba:


“Hoyo Colorado”
“Nueva base de operaciones.”
“-Las dos columnas expedicionarias.”
“-En la raya de Pinar del Río.”
“-Punta Brava. -El tema palpitante.”

   “La invasión de las provincias de Matanzas y la Habana, aunque coronada por el éxito más sorprendente, habíase efectuado con suma rapidez para que pudiera asegurarse que la Revolución quedaba ya afirmada por la sola influencia de los principios o por los efectos fascinadores de la victoria. El progreso visible de nuestras armas atestiguaba de un modo cabal que el enemigo no tenía habilidad suficiente para hacer fracasar nuestras operaciones, puesto que las más arriesgadas se ejecutaban a su vista con prodigiosa fortuna, y las más arduas con singular precisión; pero ello no significaba el quebrantamiento de las armas españolas, ni el cansancio de la metrópoli (más dispuesta que nunca a asombrar al universo con un alarde de virilidad jamás imaginado), ni en manera alguna el triunfo de la causa revolucionaria por el sólo esfuerzo de los combatientes: era un triunfo momentáneo, que podía convertirse en sólido y eficaz, si en ese período deslumbrador de la invasión, el país respondía en masa al impulso patriótico y anteponía a todos los intereses materiales el sagrado interés de la patria. Nuestros caudillos no podían entregarse a las necias ilusiones del mundo vocinglero que nos admiraba desde el interior de la ciudad y que hacía llegar hasta nosotros, con el eco de sus parabienes cortesanos, algún croquis de las fortificaciones del castillo del Príncipe o de las baterías del Morro; item más, asegurándonos formal, categórica y técnicamente que la toma de la Habana era cuestión de cuatro tiros: entrar por la calzada del Luyanó y posesionarse de la capitanía general en un santiamén. El patriotismo de los hojalateros siempre se ha manifestado del mismo modo: con exageraciones y necedades.


   “La cuerda previsión aconsejaba la conveniencia de establecer en uno y otro territorio (Matanzas y la Habana), fuertes núcleos que pudieran hacer frente a las armas españolas y sirviesen de garantía a nuestros adeptos. Con este objeto conferenciaron los generales Gómez y Maceo en la mañana del día 7, acordando en dicha entrevista, breve, y sin objeción alguna por ninguno de los dos disertantes, que el general Gómez quedaría en la provincia de la Habana por algunos días, para imprimir energía y actividad a las operaciones, corriéndose después hasta las fronteras de Las Villas, para asegurar en Matanzas las conquistas de la invasión, y que el general Maceo seguiría el avance por la provincia de Pinar del Río, hasta llegar al límite geográfico de la Isla. Terminada la conferencia, que solo duro quince minutos, se dio orden para que formaran todas las fuerzas expedicionarias, a fin de proceder a la designación de los dos contingentes. El general Gómez partió en seguida al frente de la columna que se le asigno, compuesta de los regimientos orientales García y Martí, un regimiento de Matanzas, dos escuadrones de Las Villas y la brigada de infantería, además de su brillante escolta, formando un total de 2,300 hombres, a los cuales hay que agregar algunas fracciones de la Habana. Al general Gómez debía unírsele la brigada de infantería oriental que, por efecto de la organización que se dio al 4º cuerpo, quedo incorporada a la primera división de Las Villas.


   “Media hora después de haber partido el General en jefe, lo efectuaba la división expedicionaria, al mando directo del general Maceo; la cual se componía de las fuerzas siguientes, todas de caballería:


Cuartel general 40 hombres
Escolta del general Maceo 80 id.
Regimiento Céspedes 490 id.
Idem Las Villas 500 id.
Tiradores al mando de Sotomayor 350 id.
Asistentes y ordenanzas armados. 100 id.
Total de hombres armados 1560

   “Quedaban además, para unirse a la columna de Maceo, los escuadrones que el día 4, al mando del coronel Alvarez, se habían separado del núcleo invasor en la línea férrea de Batabanó, al ir a reconocer el pueblo de Quivicán, los cuales estaban ya en Pinar del Río, y de no, en la misma raya divisoria; y las fuerzas que al mando del coronel Bermúdez habían constituido la vanguardia de la Invasión al penetrar en la provincia de la Habana. Bermúdez se hallaba ya en Pinar del Río, y con este jefe, o con el coronel Alvarez, debían estar algunas fracciones que después del ataque de Güira de Melena siguieron la marcha. Esta diseminación de fuerzas, que parecía obra de un plan estudiado, cuando las más de las veces no era más que consecuencia del desorden, en aquellos días proporcionaba fecundos resultados, porque cada tuca de esas partidas disgregadas venia a ser, para los españoles, la partida grande de Maceo o de Gómez, y nuestros caudillos, a los ojos del mundo oficial y del mundo imbécil que le hacia coro, tenían el don de la ubicuidad. No hemos de tardar mucho en ver a Suárez Valdés encararte con el ala derecha de Gómez, Maceo, Zayas y demás cabecillas, cuando en realidad batió a siete individuos, ni uno más, que se llamaban vanguardia de Quintin Bandera; y también veremos a Martínez Campos comunicar a Madrid el parte oficial de una acción de guerra, con muertos vistos y todo, que nosotros no conocemos, por la sencilla razón de que no hubo tal hazaña ni tales interfectos.


   “Las fuerzas de caballería al mando de Zayas, que se enviaron al Cano y Punta Brava para que desarmaran a los voluntarios de esos caseríos, volvieron de su excursión para incorporarse a la columna del general Maceo, a la cual pertenecían, trayendo como botín de guerra 50 fusiles y 800 cartuchos: hicieron capitular un destacadamente de tropa de línea, compuesto de un sargento y 16 soldados, los cuales juraron la bandera de la Independencia, para militar desde aquella hora en las filas del ejército libertador. Acerca de esta clase de sucesos, hemos advertido que los españoles jamás los han dado a conocer; pero es conveniente que llenemos nosotros la omisión habitual de nuestros adversarios, haciendo constar que en la sola columna expedicionaria figuraban más de 80 plazas procedentes del ejército español.


   “Dejaremos por ahora al general Gómez en la Habana y la narración de sus operaciones militares, para referir los sucesos que se relacionan con la campaña de Maceo en Pinar del Río, ya que por virtud de nuestro cargo en el Estado Mayor del lugarteniente nos tocó ir con el caudillo oriental, al separarse los dos ilustres campeones.


   “Contenta y alborozada iba la tropa de Maceo al vislumbrar los horizontes de la nueva excursión a los confines occidentales; sueño tentador que desde el remoto Oriente venía agitando el corazón del gran soldado; de este embeleso participábamos todos nosotros. Baraguá surgía del fondo de los recuerdos, evocado por la ilusión fascinadora de las nuevas conquistas, como surgía también ante nuestros ojos el espléndido panorama de la sierra del Pinar, con toda la altivez y majestad de la montaña oriental: se divisaba la cumbre del Anafe, dominando la pintoresca campiña del Mariel. Pero, ¡qué fríos y tristes hubieran quedado todos los corazones si rasgándose de repente los velos misteriosos de lo porvenir, hubiesen leído la página nefasta que la cruel adversidad tenía escrita sobre el campo de Punta Brava! Por ese lugar, tan risueño entonces, como fatídico después, andaban gozosos nuestros soldados en la mañana del siete de Enero, entretenidos en componer chistosos epigramas sobre el nombre singular de aquel territorio, que nada tenía de selvático, y sí mucho de apacible y seductor.


   “El itinerario que siguió Maceo para ir a la muerte, es casi el mismo que llevábamos al iniciarse la jornada más gloriosa de la invasión. Estos parajes, pues, que ahora cruzamos en alas del triunfo y que se descorren bajo un aspecto primaveral, se convertirán más tarde en sitios de inmenso infortunio. Ya veremos en su día porqué a Maceo le atrae ese campo funesto, porqué permanece en él más tiempo del necesario, porqué se descuida, siendo tan previsor, y porqué raro conjunto de circunstancias los accidentes más triviales se combinan para producir el tremendo desenlace.


   “¡Bien hizo la Providencia en negarle al hombre la facultad de adivinar lo prevenir; de mantenerlo en la ignorancia de su propio destino! De no ser así, sobre no disfrutar entonces la dicha del presente, las más grandes empresas humanas quedarían interrumpidas al conocerse el desventurado fin que suelen alcanzar los héroes que las acometen. Este mismo pueblo, que no ha logrado aun su completa manumisión, estaría sumido en los horrores del cautiverio.


   “Pero hemos de forjarnos la ilusión de que no conocemos el acto fatal de Punta Brava, ni las demás cosas tristes que vinieron después, para poder trasladar a estas páginas las vivas emociones de aquel período deslumbrador, porque sin esta ilusión, pasajera y engañosa, no sería posible continuar el relato.


   “De conformidad con el nuevo plan que habían concertado nuestros caudillos en el campamento de Baracoa, el general Gómez se encaminó hacia el Sudoeste de la Habana para cruzar la línea férrea del Rincón, en su empalme con las de Guanajay y Güines, y establecer la primera base de sus operaciones en el centro de la provincia; mientras Maceo se dirigía al Noroeste de la capital, para situarse sobre la raya divisoria de las dos regiones occidentales, con el doble objeto de explorar el campo de Pinar del Río, reconocer el paso angosto del Mariel, que se consideraba infranqueable para las huestes invasoras, y ver de que modo burlaba la vigilancia del enemigo, para meterse en alguno de los barrios aristocráticos de la capital, terminando así, brillantemente, el cuadro militar de la invasión en la Habana, como el que cierra un discurso con broche de oro. Poseía el general Maceo el arte de producir grandes efectos en la imaginación de los hombres, por cuanto él mismo estaba dotado de exuberante fantasía.


   “La excursión del día 7, si bien careció de lances guerreros, en cambio fue toda ella deliciosa; a modo de viaje recreativo por un país encantador que se examina por primera vez con el intento de pasar en el una buena temporada. Visitamos durante el trayecto el central Lucía del señor Lacoste, y el poblado de Banes, puntos de Pinar del Río, y retrocediendo por la noche al territorio de la Habana, llegamos en esta marcha nocturna tan cerca de la ciudad que los resplandores de la luz artificial alumbraban el camino. Maceo deseaba adquirir informes sobre los medios de defensa que tenía Marianao, a fin de dar una embestida a esa población, y que la Habana despertara con el alboroto; pero hubo que renunciar a la aventura por la carencia de datos positivos en que basar la probabilidad del éxito. Acampamos en el ingenio Maurín (cercanías de Hoyo Colorado), a una hora muy avanzada de la noche; sin embargo, la tropa vivaqueó alegremente, cautivada por los mágicos destellos de la luz eléctrica, y feliz, con la ilusión, de que un día u otro pasearía por las ramblas de la gran ciudad.


   “Seguramente que los movimientos combinados de las dos columnas insurrectas llevaron nueva incertidumbre al ánimo del general Martínez Campos, quien no pudo saber en aquella oportunidad si los rebeldes avanzaban en masa por el territorio de Pinar del Río, o si hacían demostraciones a la vista de la Habana para caer por sorpresa sobre otra plaza importante, o descalabrar alguna de las brigadas más delanteras. Hasta el día 9, o mejor diremos, hasta el 10, no supo Martínez Campos que Maceo se hallaba en Pinar del Río con el propósito de seguir la marcha invasora, y que Gómez había quedado en la Habana para distraer la atención del enemigo, hasta tanto que el caudillo oriental no estuviera en camino por las vegas de Vuelta Abajo. Pero ni el día siete, ni en los dos siguientes, era sabedor el jefe del ejército español de los movimientos efectuados por los dos cuerpos insurrectos, como tendremos ocasión de comprobarlo con sus propios partes oficiales (1).


   “Claro está que en la fecha indicada hallábase en el territorio habanero la mayor parte del ejército español, y que todo el empeño de su jefe era impedir el paso de la insurrección a las comarcas de Vuelta Abajo, audaz y temeraria aventura que, de realizarse con buen éxito, causaría asombro en propios y extraños, por ser unánime la opinión de que era un valladar insuperable para las bandas insurrectas. Vuelta Abajo fue siempre a los ojos del mundo comercial el emporio de la riqueza de Cuba. La trascendencia del acto que iba a realizar nuestro caudillo, no es menester indicarla.


   “La prensa de la Habana no daba aun cuenta de los últimos sucesos, por más de que ya eran públicos en la población: la toma de Güira de Melena, la entrada triunfal en Alquízar y en Hoyo Colorado, con el desarme de los voluntarios, debido a que la censura era muy rigurosa ; pero en el debate militar de los casinos y en las redacciones de los periódicos, las opiniones estaban contestes en que los insurrectos no se arriesgarían a cruzar el estrecho del Mariel para encerrarse en Pinar del Río, en atención a que a ese estado quedarían reducidos y cortada para siempre la retirada, si llevaran su osadía a tal extremo. Le Isla es muy angosta por este lado, sólo tiene 40 kilómetros de Norte a Sur, que fácilmente podrían transformarse en un muro artillado, tan sólido para los españoles como inexpugnable para los rebeldes. Si Maceo, pues, se internaba en la provincia de Pinar del Río, se metía el mismo en la jaula, de la que no le sería fácil salir en ninguna ocasión, puesto que se encontraría con la barrera insuperable del estrecho del Mariel a Majana, aparte de la batida metódica y eficaz que le darían las tropas por las planicies de Vuelta Abajo (2). Esto opinaban, a una, profanos y expertos en el arte de la guerra.


   “Los hechos van a demostrar lo infundado de tales razonamientos, basados en la errónea idea que se tenía de la estructura topográfica de esa región, la más adecuada para mantener en jaque a un ejercito numeroso, con sólo un puñado de hombres.


   “(1) He aquí lo que comunicaba Suárez Valdés, desde Guanajay:

   “"Tengo satisfacción participar a V. E. que la columna del general García Navarro y coronel Arizón, en operación combinada, que ayer enuncié a V. E., han batido el día 7 a la partida de Maceo entre el ingenio Regalado y Begoña, entre Guadalupe y Ceiba del Agua.

   “Después de una hora de fuego, lo pusieron en dispersión echándolo de las posiciones que habían tomado en las lomas de Armenteros, causándole bastantes bajas.

   “Las de la columna de Navarro consisten en dos heridos graves y tres leves.

   “Las de la columna de Arizón, no las conozco.

   “Las partidas batidas van mandadas por Maceo, Miró y Zayas, y detrás de ellas marchan Arizón y Navarro.

   “Me dicen que Máximo Gómez va por el Sur hacia Occidente".

   “El general García Navarro decía en su parte:

   “"Mis bajas son cuatro oficiales heridos, dos de ellos muy graves, y veinte y cinco soldados, seis graves.

   “Las del enemigo son numerosas, pues hoy al venir a este punto, hemos contado veinte y cinco muertos y gran número de caballos, y los sitieros nos dicen que todo el campo está regado -son sus palabras- de armas y municiones. Yo he recogido 20 fusiles Rémington, 5 revólveres, 27 machetes, muchos caballos, municiones y otros efectos".

   “"Habana 8. -General García Navarro, en camino de Ceiba del Agua, encontró por su derecha grueso enemigo al mando Gómez, Maceo, Zayas, Miró y otros cabecillas.

   “Los atacó avanzando en combate de tres horas, dispersándolos, dejando enemigo en el campo 23 muertos, muchas armas, caballos, ropas. Nuestras bajas cuatro oficiales, 25 tropa heridos; las del enemigo 23 muertos, muchos heridos y un prisionero.

   “Recomiendo V. E. calurosamente general Navarro. -Campos".


   “(2) Los técnicos españoles creían que Vuelta Abajo era un veguerío, llano como la palma de la mano.



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Última Revisión: 1 de Agosto del 2008
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